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Ambicioso político de enorme poder civil y cardenal inglés de enorme poder eclesiástico, fue uno de los últimos pastores protestantes que dominaron la vida política en Inglaterra.
Nacido en Ipswich y formado en la Universidad de Oxford, fue ordenado sacerdote en 1498 y nombrado capellán del rey inglés Enrique VII. Con la subida al trono en 1509 de Enrique VIII, comenzó su trayectoria de poder y riqueza. En 1515 fue nombrado canciller o lord.
Responsable de los enormes impuestos para pagar las guerras con Francia, fue impopular entre la gente y tuvo muchos enemigos entre los nobles por su arrogancia y ostentación. Intentó que Inglaterra sacara provecho de las guerras entre Francisco I de Francia y el emperador Carlos V y I de España.
En la Iglesia fue designado obispo de Lincoln y arzobispo de York en 1514 y nombrado cardenal en 1515. Para atraerle a Roma el Papa le designó legado papal en 1518 para todo el reino inglés, tarea que sirvió para su engrandecimiento personal y su poder de decisión. Aspiró al papado y pretendió que Carlos V le apoyara en dos elecciones papales. Sin embargo, el Emperador, aunque le había dado buenas palabras, no respondió a sus deseos, tal vez por su desconfianza ante su propensión profrancesa, ya que había fomentado la guerra entre Francia y el Imperio y había sabido sacar mucho provecho para Inglaterra al firmar la paz entre ambos contendientes.
Perdió su poder con Enrique VIII cuando no logró la anulación del matrimonio real con Catalina de Aragón, pretensión de Enrique para hacer reina a Ana Bolena, pues Clemente VII, dominado por Carlos V, sobrino de Catalina, se negó a aprobar el divorcio.
Despojado de todos sus cargos oficiales y honores, se retiró a su sede arzobispal de York. Citado a Londres y acusado de traición, murió en 1530 dejando el ejemplo más vergonzoso de un hombre de mundo metido en la Iglesia o de un hombre de Iglesia corrompido por el poder, que aprovechó lo divino y lo humano para satisfacer su pasión de mando y su ansia de riquezas.
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